
Aclaración: Lo que voy a explicar a continuación puede ser aplicado a todo tipo de seres animales, tanto humanos como no humanos, así que siéntanse libres de intercambiar la palabra caballo por niño, perro, mujer y otras victimas de vínculos opresivos naturalizados en el régimen del patriarcado.
Síndrome postraumático de las inequidades de poder en el contexto de la vulnerabilidad vincular
En
varias ocasiones les he llamado la atención sobre el estado llamado
indefensión aprendida (learned helplesness) en los caballos.
Este estado no es la excepción sino la norma, en los caballos que
tienen relación con los humamos, pues todo los tipos de manejos que
hacemos de ellos lo generan en distintos grados y con distintas
intenciones*. Esta situación que pasó desapercibida para las
personas de caballos, quienes en su desconocimiento se inventaban
fábulas sobre cómo sus caballos disfrutan de ser usados y montados
(pensando que es porque somos “tan buenos jinetes o entrenadores”,
etc, etc), se ve, a veces, escondida bajo otra condición.
Esta condicion en los caballos, de la que les voy a hablar a
continuación, es producida por la vida que los estos animales suelen
llevar en su cautiverio (o semi cautiverio, pues no me refiero aquí
solo a los que viven encerrados, sino a quienes no viven naturalmente
o tienen relaciones vinculares de captividad con los humanos). La
condición a la que me refiero es un estado de
aceptación/simpatía/gratitud inducida, conocida en los humanos
como el Síndrome de Stokolmo.
Este estado o síndrome se suele desarrollar en las victimas de una o varías situaciones traumáticas relacionadas al cautiverio y es observable en el contexto de la amenaza de muerte o supervivencia, el poder indiscutible del victimario y ciertos gestos de perdón/simpatía de parte de este último, que pueden generar en la víctima una especie de gratitud y «feliz aceptación» del vínculo con su opresor.
Si bien varía de caso en caso y ha sido estudiado en los humanos, principalmente y en la mayoría de los casos, se produce bajo la siguiente condición descripta aquí: «La amenaza percibida para la supervivencia, la creencia de que el captor está dispuesto a acabar con la vida del secuestrado, la percepción, en el cautiverio, de alguna pequeña bondad por parte del secuestrador dentro de un contexto de terror, el aislamiento, y el convencimiento de que es imposible escapar podrían explicar este síndrome. También debe considerarse una reacción que no es exclusivamente humana, y que puede observarse en otras especies, como respuesta universal a una amenaza ineludible para la supervivencia.
Reacciones paradójicas de afecto de las víctimas hacía sus opresores, como las ocurridas en algunos secuestros, han sido observadas en muchas especies de mamíferos, especialmente primates. Las conductas de apaciguamiento, como las mostradas por algunas víctimas de secuestros, son la defensa más relevante de los mamíferos, porque la sumisión puede favorecer la supervivencia genética”.
Ahora bien, tanto el estado de indefensión aprendida, como el aquí descripto, suelen ser postraumáticos y tener diferentes modos y grados de expresión en los individuos.
Los
traumas y sus secuelas son fáciles
de reconocer las
veces,
pero no siempre, ni
en
todos los casos y especies, sobre todo si no se han estudiado
demasiado en algunas de
ellas.
Hoy, gracias a la psicología transespecie,
las neurociencias, la etología cognitiva, y otras disciplinas
recientes a las que podemos recurrir, no es tan difícil
para algunos entender este problema. Aun
así,
ese estado no es -por decirlo de alguna manera- “fácilmente
reconocible” para quien lo padece, y
siendo un animal el sujeto traumatizado, no
lo expresará de la manera común en los humanos, ni se pondrá
reflexivo sobre sus comportamientos.
Por
esto queda en nosotros la posibilidad de detectar este conjunto
de comportamientos
anormales (
ej: perros “agradecidos” y caballos “agradecidos” y
colaboradores”)
Los caballos en su necesidad de «armonía social», restauración vincular, sincronía corporal y otras características de su naturaleza evolutiva, son extremadamente susceptibles a estos estados. Por lo general hasta ahora suelen ser confundidos con aceptación, voluntad, consenso, felicidad, amor, simpatía y toda la serie de intenciones y sentimientos que los humanos a cargo solemos atribuir a nuestros animales -sobre todo por quienes nunca han convivido con caballos sanos o desconocen la naturaleza de estos seres..etc (digo etcétera y) no quiero dejar fuera a «los profesionales o especialistas», quiénes desde su soberbia o mala fe, mienten descaradamente sobre la razón por la que un caballo hace tal o cual cosa.
¿Cómo reconoceremos esos estados postraumáticos en «nuestros» caballos? La respuesta es simple.
En principio, cuando podamos aceptar -que los caballos no nacieron para ser montados y por ende- el daño que les producimos no sólo en ese aspecto, sino también en su falta de libertad durante la coexistencia con nosotros.
David Castro
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*Tal es así, que un caballo nunca permitiría que lo montes si no está en ese estado -en el cual ha aprendido a que aunque le haces continuo daño durante las sesiones, no podrá nunca evadirse y resistir será siempre peor.
Referencias
Stockholm syndrome in Mexican women victims of intimate partner violence. Lucía-Ester Rizo-Martínez, Lizeth Dueñas-Moreno y Felipe Santoyo-Telles. Universidad de Guadalajara, Ciudad Guzmán, Jalisco, México