
P: En tus últimos artículos veo que muchas veces haces una correlación, cuando hablas de educar, entre niños, caballos, animales ¿A qué le llamas aprendizaje liberado, ya no hablas más de Educación?
David: Es cierto, mis investigaciones a este respecto me hicieron encontrar que hay un patrón que se repite en la crianza de nuestros niños y la de los animales que domesticamos, y viceversa. Yo considero que, ya sean caballos o niños, los seres necesitan aprender en libertad
P: Pero, los caballos no están libres, salvo uno pocos silvestres, la mayoría viven con los humanos y dependen de estos, ¿cómo sería posible esa libertad de la que hablas?
David: Bueno, creo que, culturalmente, podemos ir ya liberando a los animales… a todos ellos.
Como dije en el libro, probablemente sea un proceso largo, pues realmente los caballos no solo están cautivos, sino que muchos viven en un estado de cierta “dependencia logística”. Pero eso no quiere decir que no puedan estar libres e interaccionar con nosotros desde esa libertad, o que para ello debamos sólo observarlos con largavistas
P: ¿entonces?..
David: Podemos transformar su situación actual, cada persona puede hacerlo desde su propia relación. Por ejemplo.
P: Y, ¿cómo comenzarías esa transformación?
David: En principio deberíamos satisfacer las necesidades de los animales que hemos domesticado y por alguna razón mantenemos cautivos de manera respetuosa sin imponerles condiciones- Ocuparnos de ellos sin pedir o esperar nada a cambio: ni que nos obedezcan, ni que nos sirvan o que nos permitan usarlos porque les damos alimento y refugio, ni que nos amen. Los animales dependientes cautivos no eligieron venir a vivir con nosotros para servirnos. Cuando nuestra manera de vincularnos se despoja de todo tipo de vínculo transaccional, manipulador o coercitivo, cualquier animal -llámese caballo, perro, gato, o niño-, recibe de esta manera la oportunidad o el ambiente necesario para desarrollar esa «confianza», que le permita expresarse de manera auténtica y ser el mismo (cuando se le brindan las condiciones).
Si, a ese ambiente de cuidado del otro, agregamos la ausencia de entrenamiento, de manipulación afectiva y de coerción, empoderando además, el desarrollo de las nociones (de sí mismo y del vínculo) que lo reafirman como ser autárquico y libre (con derecho a la libertad), es casi seguro que todo el panorama cambie y se convierta en un modo de coexistencia respetuoso de las libertades de esos seres que están a nuestro cuidado. A eso se le puede llamar libertad, o respeto o amor si se quiere. Ren Hurst dice , por ejemplo «El amor no es transaccional. En una relación amorosa de tutor / dependiente, la aprobación, la comida y el contacto son necesidades básicas no negociables y deben ofrecerse sin expectativas.»
P: ¿y luego?
David: Bueno. Luego recién ahí, podemos comenzar a hablar de aprender juntos en libertad. De otra manera, siempre estaremos creando condiciones para que se genere algún grado de indefensión aprendida o algún tipo de manipulación emocional, porque los animales (incluidos los niños) son extremadamente perceptivos y en su necesidad de aceptación o supervivencia se terminarán adaptando a las condiciones que les ofrecemos, aunque estas sean, incluso, dañinas para ellos.
(continuará)
@elsilenciodeloscaballos